¿POR QUÉ LA SELECCIÓN MEXICANA FRACASA?
- Por @danbills
- 30 mar 2016
- 4 Min. de lectura

No soy psicólogo ni soy experto en esos temas. Soy un aficionado recalcitrante de la Selección Mexicana que ha presenciado el problema de los cachirules, las seis eliminaciones consecutivas en octavos de final de los Mundiales, nueve participaciones en Copa América con dos finales perdidas, varios otros torneos, partidos irrelevantes, eliminatorias mundialistas, etcétera. Como cualquier mexicano que siente empatía con su equipo he sentido la frustración de perder en el último minuto, en la última jugada, en los penales, en partidos aparentemente cómodos… ¿Por qué pasa esto?
a) La Selección es congruente con México.
Somos un país que fue conquistado y debió luchar por su emancipación con ayuda del conquistador; ese complejo del débil siendo aplastado por el gigante aún no ha sido superado. Por otra parte, nuestra nación es caótica, indisciplinada, corrupta, irregular y demás adjetivos negativos. Si sumamos estos defectos y los aplicamos en el plano deportivo obtenemos parte de la explicación del fracaso del Tri: temor ante los gigantes; impericia para dar el golpe final en los partidos grandes; sufrimiento para derrotar a equipos que deben ser batidos; inconstancia histórica; cambio constante de entrenadores; incapacidad para cumplir ciclos; corrupción en el seno de la Federación Mexicana de Fútbol; etcétera.
b) El público.
El mexicano es un país fragmentado, desunido; por ello, es esperable que en el fútbol se observe una conducta similar. Una característica define perfectamente al fanático promedio: frívolo. En la victoria se echan las campanas al vuelo y se habla de la magnanimidad del combinado azteca. Pero, en la derrota, ¡oh! En la derrota la cosa cambia: todo es negro, se denuesta a los futbolistas y al entrenador en turno, se exigen cambios inmediatos, los más de «100 millones de entrenadores» que habitan la patria enuncian la que, según ellos, es la solución definitiva. Infortunadamente, y por motivos económicos, la Federación en muchas ocasiones debe proceder en concordia con la opinión popular, sea esta correcta o no. La destitución de entrenadores a mitad de los procesos mundialistas es una triste tradición. Esta informalidad impide el desarrollo.
Remarcar un elemento significativo: es común que los apasionados trasladen el odio que sienten a determinada institución hacia los verdes, sus entrenadores y dirigentes. Habitual que varios aficionados denigren al deportista y dirigente simplemente porque proceden de un equipo que detestan.
c) El síndrome del Jamaicón Villegas.
¿Ya se habrá superado este problema? Un dato comprueba que no es así: los duelos contra EE.UU. en suelo estadounidense. De los últimos 25 juegos disputados de visitante contra los de las barras y las estrellas México sólo ha ganados seis juegos, ninguno por eliminatoria mundialista. Los connacionales sufren en condición de visitante, así ha sido y quizás así será por siempre. Todo juego efectuado fuera de nuestro territorio es una incógnita, máxime si el juego tiene carácter trascendente.

d) ¿Miedo al triunfo?
Es probable. Esa carencia del instinto asesino; la falta de habilidades, mentales eminentemente, para dar el golpe de gracia. Fallas en tandas de penales. Tiros desviados o débiles en momentos decisivos. Expulsiones en los peores momentos. Exceso de confianza. Ejemplos hay varios: la desconcentración en el saque de manos rápido que permitió el 2-1 de Argentina en la final de la Copa América 93; el tiro fallado por Luis Hernández en un mano a mano, ante Köpke, que daba el 2-0 en Francia 98; el rotundo fracaso ante EE.UU. en Corea-Japón 2002; el balón perdido por Ricardo Osorio ante Argentina en Sudáfrica 2010; el reclamo de Camilo Romero al árbitro, ante Brasil, en la Copa América 97; y un extenso etcétera.
e) Falta de jugadores de calidad.
En México nacen buenos futbolistas, eso es innegable. Pero pocos, muy pocos, llegan a tener nivel de excelencia. Ha habido futbolistas mexicanos extraordinarios pero, por desgracia, se dan uno o dos por generación y casi nunca coinciden en espacio/tiempo. El resto de deportistas son de nivel medio, quizás un poco mayor, pero no cuentan con las habilidades técnicas, tácticas y mentales de los argentinos, brasileños, uruguayos, alemanes, italianos y demás. A pesar de que muchos jugadores ya emigran a Europa y destacan, la verdad es que casi ninguno tiene fama internacional por ser un «crack» inigualable. Quizás este sea el punto más relevante.
f) Entorno amigable y cómodo.
Los clubes de la Liga Mx son la fuente de talento de la Selección, eso es una perogrullada. El fútbol nacional es cómodo, poco exigente, irregular, mediocre, con reglas que permiten que el último lugar de la tabla en la jornada 10 se califique a la liguilla y sea campeón. Los equipos denominados «grandes», tras ganar un título, tienen un espacio de tiempo durante el cual no se les exige ningún otro título –quizás oscile entre tres a cinco años dependiendo de la institución. Este escenario poco demandante y que premia la medianía jamás favorecerá el desarrollo del balompié azteca.

g) Falta de un estilo de juego.
¿Cómo describiría el estilo de juego del equipo nacional? Quizás haya lectores que vieron versiones previas a 1993 y tengan un panorama más amplio. Desde mi perspectiva, el único momento en el cual el Tri tuvo un estilo de juego definido fue en la época de Ricardo La Volpe: un juego en conjunto al máximo nivel, con esfuerzo compartido y orden táctico en su máxima expresión. Fuera de ese momento, es imposible delimitar a qué juega México. No tenemos el tiquitaca, la garra charrúa, el «jogo bonito», el «catenaccio», la mentalidad alemana, la naranja mecánica, ni nada parecido.

¿Viviremos para ver el cambio de este contexto? ¿Presenciaremos el momento en el cual México ingrese a la élite del fútbol mundial? Es poco probable. Conformémonos con seguir esperando ese mentado quinto partido, disfrutemos los campeonatos de nuestros equipos nacionales que ocurren uno cada lustro y prosigamos con esa actitud maniquea que nos caracteriza a los aficionados mexicanos.
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